31.3.09

12


Estoy harta de mirar la televisión. Preferiría mirarte a ti.

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29.3.09

11

-¿Qué haremos cuando acabe Perdidos?
-Puf, ya ves, a mi que me dicen eso de que solo se hablar de perdidos... Me volveré un chico introvertido.
-Te quedarás en casa sin salir, balanceándote.
-Sí, y poniéndome los dvds de las temporadas.
-Y entonces tu vida se convertirá en un tornillo sin fin.
-En una espiral sin salida. Viajaré a Australia para coger un vuelo a Sidney-L.A. con la esperanza de caer en la isla, y cuando vea que no nos estrellamos me tiraré del avión, y fin de mi vida.
-Y entonces yo haré una serie de tu historia. Se llamara Lostor, o Lestor.
-Previously, on Lestor.

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28.3.09

10


Pues bien, cada vez que la angustiada vuelva a sentirse abandonada (y va a sentirse abandonada muchas veces, fijo, no sólo por mera cuestión de estadística, sino porque ¿quién aguanta a una persona enganchada al sufrimientos, que se pasa media vida llorando y la otra media a punto de hacerlo?), cada vez que un amante decida que no quiere volver a verla más, o que la echen del trabajo, o que discuta con su mejor amiga, o que en la tienda de abajo se acaben las existencias de su helado favorito, entonces, ¡zas!, nueva crisis de angustia, y vuelta a las noches en blanco, a los pensamientos suicidas, a las lágrimas constantes y a las decisiones impulsivas como las citadas. Angustia de abandono lo llaman. O ciclotimia, aunque no sea lo mismo.

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25.3.09

09


Las hay que se van a las Bahamas; las hay que dejan el trabajo; las hay a las que le da por acostarse con todo bicho viviente -desde el repartidor de butano hasta su jefe-; las hay que vuelven a fumar; las hay que se enganchan a los chicles de menta, a los caramelos de regaliz, a los culebrones televisivos de media tarde o a la cocaína; y las hay, más originales, que se gastan la mitad del sueldo en un lote de cintas de vídeo porno que ni siquiera son porno. Los psiquiatras lo llaman angustia de abandono.

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24.3.09

08


Cuando avanzo por la calle y examino los rostros de todos esos hombres y mujeres, todas esas chicas y chicos que parecen felices, que no necesitan pastillas para dormir, que no se levantan con los ojos llorosos cada mañana, que no sienten extrañas náuseas sin razón aparente, que no fantasean a cada minuto con la idea del suicidio, me pregunto ¿seré yo tan rara?, ¿es culpa de mi educación, de mi ambiente, de mi entorno?, ¿o acaso está impresa en mis genes esta insatisfacción constante, esta intrusiva tendencia a la melancolía, esta incapacidad de superar los abandonos?

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18.3.09

07


-Necesito beber algo -dijo.
Abrí la nevera. Estaba casi vacía. Había únicamente una botella mediada de agua y otra de aceite. Me pregunté que haría el aceite en la nevera.
-Sólo hay agua.
-Yo nunca bebo agua, ya lo sabes. No soporto su neutralidad.

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16.3.09

06

En ese momento apareció el trovador y la gente estalló en aplausos. Martí de Xàtiva, un hombre alto y delgado que se movía con agilidad y elegancia, pidió silencio con las manos.
-Os voy a contar la historia de cómo y por qué seis mil catalanes conquistaron el Oriente y vencieron a los turcos, a los bizantinos, a los alanos y a cuantos pueblos guerreros trataron de enfrentarse a ellos.
Los aplausos volvieron a escucharse en el Pla d'en Llull; Arnau y Joan se sumaron a ellos.
-Os contaré, asimismo, cómo el emperador de Bizancio asesinó a nuestro almirante Roger de Flor y a numerosos catalanes a los que había invitado a una fiesta... -Alguien gritó: "¡Traidor!", logrando que el público prorrumpiese en insultos-. Os contaré, finalmente, cómo los catalanes se vengaron de la muerte de su caudillo y arrasaron el Oriente sembrando la muerte y la destrucción. Ésta es la historia de la compañía de los almogávares catalanes, que en el año 1305 embarcaron al mando del almirante Roger de Flor...
El valenciano sabía cómo captar la atención de su público. Gesticulaba, actuaba y se acompañaba de dos ayudantes que, tras él, representaban las escenas que narraba. También obligaba a actuar al público.
-Ahora volveré a hablar del César -dijo al empezar el capítulo de la muerte de Roger de Flor-, quien acompañado de trescientos hombres a caballo y mil de a pie acudió a Andrinópolis invitado por xor Miqueli, hijo del emperador, a una fiesta en su honor. -Entonces el trovador se dirigió a uno de los nobles mejor vestidos y le pidió que saliera al escenario para representar el papel de Roger de Flor. "Si comprometes al público -le había explicado su maestro-, sobre todo si son nobles, te pagarán más dineros." Frente a la gente, Roger de Flor fue adulado por los ayudantes durante los seis día que duró su estancia en Andrinópolis, y al séptimo, xor Miqueli hizo llamar a Girgan, jefe de los alanos, y a Melic, jefe de los turcópolos, con ocho mil hombres a caballo.
El valenciano se movió inquieto por el escenario. La gente empezó a gritar de nuevo, algunos se levantaron y sólo sus acompañantes les impidieron acudir a defender a Roger de Flor. El propio trovador asesinó a Roger de Flor y el noble se dejó caer al suelo. La gente empezó a clamar venganza por la traición al almirante catalán. Los ocho mil alanos y turcópolos asesinaron a los mil trescientos catalanes que habían acompañado a Roger de Flor. Los ayudantes se mataron repetidamente entre sí.
-Sólo se libraron tres -continuó el trovador levantando la voz-. Ramon de Arquer, caballero de Castelló d'Empúries, Ramon de Tous...
La historia prosiguió con la venganza de los catalanes y la destrucción de la Tracia, de Calcidia, de Macedonia y de Tesalia. Los ciudadanos de Barcelona se felicitaban cada vez que el trovador mencionaba alguno de aquellos lugares. "¡Que la venganza de los catalanes te aflija!", gritaban una y otra vez. Todos habían participado de las conquistas de los almogávares cuando éstos llegaron al ducado de Atenas. También allí vencieron tras dar muerte a más de veinte mil hombres y nombrar capitán a Roger des Laur, cantó el trovador, y le dieron por mujer a la que fue del señor de la Sola, junto al castillo de la Sola. El valenciano buscó a otro noble, lo invitó al escenario y le concedió una mujer, la primera que encontró entre el público, a la que acompañó hasta el nuevo capitán.
-Y así -dijo el trovador con el noble y la mujer cogidos de la mano-, se repartieron la ciudad de Tebas y todas las villas y los castillos del ducado, y dieron a todas las mujeres por esposas a los de la compañía de almogávares, a cada uno según cuán buen hombre fuera.
Mientras en trovador cantaba la Crónica de Muntaner, sus ayudantes elegían hombres y mujeres del público y los colocaban en dos filas enfrentadas. Muchos querían ser seleccionados: estaban en el ducado de Atenas, ellos eran los catalanes que habían vengado la muerte de Roger de Flor. El grupo de bastaixos llamó la atención de los ayudantes. El único soltero era Arnau y sus compañeros lo levantaron y lo señalaron como candidato a disfrutar de la fiesta. Los ayudantes lo eligieron para alegría de sus compañeros, que rompieron a aplaudir. Arnau salió al escenario.
Cuando el joven se colocó en la fila de los almogávares, una mujer se levantó de entre el público clavando sus inmensos ojos castaños en el joven bastaix. Los ayudantes la vieron. Nadie podía dejar de verla, bella y joven como era y exigiendo altivamente que la eligieran. Cuando los ayudantes se dirigieron a ella, un anciano malhumorado la agarró del brazo e intentó sentarla de nuevo, lo que despertó la risa entre la gente. La muchacha aguantó los tirones del viejo. Los ayudantes miraron al trovador y esté los azuzó con un gesto; no te preocupe humillar a alguien, le habían enseñado, si con ello te ganas a la mayoría, y la mayoría se reía del anciano, que, ya en pie, luchaba con la joven.
-Es mi esposa -le recriminó a uno de los ayudantes mientras forcejeaba con él.
-Los vencidos no tiene esposas -contestó el trovador desde lejos-. Todas las mujeres del ducado de Atenas son para los catalanes.
El anciano titubeó, momento que los ayudantes aprovecharon para arrebatarle a la muchacha y colocarla en la fila de las mujeres entre los vítores de la gente.
Mientras el trovador seguía con su representación, entregaba las atenienses a los almogávares y levantaba gritos de alegría con cada nuevo matrimonio, Arnau y Aledis se miraban a los ojos. "¿Cuánto tiempo a transcurrido, Arnau? -le preguntaron aquellos ojos castaños-. ¿Cuatro años?" Arnau miró a los bastaixos, que le sonreían y animaban; evitó, sin embargo, enfrentarse a Joan. "Mírame, Arnau." Aledis no había abierto la boca pero su exigencia llegó a él clamorosamente. Arnau se perdió en los ojos de ella. El valenciano tomó la mano de la muchacha y la hizo atravesar el espacio que separaba las filas. Levantó la mano de Arnau y apoyó la de Aledis sobre la del bastaix.
Un nuevo clamor se elevó. Todas las parejas estaban en fila, encabezadas por Arnau y Aledis y encaradas hacia el público. La joven sintió que todo su cuerpo temblaba y apretó suavemente la mano de Arnau mientras el bastaix observaba de reojo al anciano, que, de pie entre la gente, lo atravesaba con la mirada.
-Así ordenaron su vida los almogávares -siguió cantando el trovador señalando a las parejas-. Se establecieron en el ducado de Atenas y allí, en el lejano Oriente, siguen viviendo para grandeza de Cataluña.
El Pla d'en Llull se levantó en aplausos. Aledis llamó la atención de Arnau apretándole la mano. Ambos se miraron. "Tómame, Arnau.", le rogaron los ojos castaños. De repente, Arnau notó la mano vacía. Aledis había desaparecido; el viejo la había agarrado por el cabello y tiraba de ella, entre las chanzas del público, en dirección a Santa María.
-Unas monedas, señor -le pidió el trovador acercándosele.
El viejo escupió y siguió tirando de Aledis.

15.3.09

05


El amor es una peste.

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14.3.09

04


After all, tomorrow is another day.

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13.3.09

03


La vida te lleva por caminos raros, por la esquina mas perdida de los mapas, por canciones que tú nunca has cantado, la vida te lleva por caminos raros. La vida te mira con los labios pintados, te elige y siempre se larga con otros y así vamos siempre dando vueltas, la vida te elige con los labios pintado.
Siempre hay algún bar que se llama Las Vegas en alguna parte y siempre hay algún trozo averiado del día que no puedes borrar pero te gustaría.
Siempre voy al bar del aeropuerto cuando quiero ponerme triste y siempre pido y nunca tienen aquellas galletitas de la suerte.
Mirando las gotas estrellarse como golondrinas en la noche, como pequeños sueños con el ala rota. Dime qué hay detrás de esas sonrisas tan tristes, un motor que no funciona o solo corazones rotos. Es mejor un cielo acostumbrado a defraudar que fabricas de anhelos esparcidas en la noche. Es mejor unos labios tristes que cien aviones despegando y es mucho mejor mi vida si tú estás dentro.

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7.3.09

01


-Mierda -le dije-, ¿qué puedo hacer si no me quieres?
Tratando de no despertarla me senté desnudo en la cama con la vista ya acostumbrada a los engaños de la luz roja, y la revisé palmo a palmo. Deslicé la yema del índice a lo largo de su cerviz empapada y toda ella se estremeció por dentro como un acorde de arpa, se volteó hacia mí con un gruñido y me envolvió en el clima de su aliento ácido. Le apreté la nariz con el pulgar y el índice, y ella se sacudió, apartó la cabeza y me dio la espalda sin despertar. Traté de separarle las piernas con mi rodilla por una tentación imprevista. En las dos primeras tentativas se opuso con los muslos tensos. Le canté al oído: La cama de Delgadina de ángeles está rodeada. Se relajó un poco. Una corriente cálida me subió por las venas, y mi lento animal despertó de su largo sueño.

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