15.5.09

06


Casi siempre, tras aquellas veladas interminables me retiraba a mi habitación agradablemente ebrio, me desnudaba a trompicones y no tardaba en dormirme. Llevaba varias semanas sin tomar otro somnífero que no fuera el alcohol. Las noches eran breves y tolerable la soledad, que nunca había sentido de una manera tan profunda y a la vez tan grata, casi hospitalaria. En cierta manera, recuperé por aquellos días el recogimiento despreocupado de los adolescentes. Ya no escuchaba la radio al amanecer, vencido por el sopor de la duermevela, a la que me entregaba con un placer indolente que me llenaba por entero y me liberaba de la tortura del pensamiento. Seguía cambiando constantemente de postura, pero sólo para distender los músculos y encontrar nuevos goces en la molicie. Después de tanto tiempo empezaba a creer que el pasado podía llegar a hacerse irreconocible a medida que lo iba dejando atrás, como la silueta de quien se despide entre la multitud. O, si no irreconocible, sí un lugar plácido por el que la memoria pudiera vagar sin sobresaltos. Empezaba a creer que eso era posible.

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1 comentario:

martaliciosa patinando dijo...

eso no es posible. o bueno alomejor si. y esa fotooo?